lunes, 1 de agosto de 2011

ECHAMOS A LOS FUMADORES FUERA DE LOS LOCALES… ¿Y LAS COLILLAS?

En realidad, no supe cómo iniciar este pequeño escrito. La incapacidad de darle forma a un texto desde su primera línea, es algo que me ocurre recurrentemente y en todos los ámbitos. El tener varias ideas mentales sobre estos temas, a menudo, en vez de generar un enriquecido efluvio de lirismo, provoca una aguda constipación gramatical.
En este escrito, más que abordar el tema del impacto de las colillas en las aceras, es una manera de iniciar una conversación sobre el consumo responsable de tabaco y, de alguna manera, se constituye en una invitación a abandonar tan nociva y consumista forma de disfrutar (¿?) el aroma de un buen (¿?) tabaco.
Cuando se aprobó la resolución 1956, expedida por el Ministerio de Protección Social, el 30 de mayo de 2008, en la cual se prohíbe expresamente el consumo de tabaco en recintos cerrados sobre el fundamento de cifras y estudios que avalan la nocividad del humo del TABACO (aclaro que estos estudios se han hecho sobre fumadores de cigarrillo, no -exclusivamente- sobre fumadores de habanos o de pipa, y también que el humo que desprende un cigarrillo no es -fisicoquímicamente hablando- el mismo humo que el salido de un habano o de una pipa e, incluso, de un cigarrillo de liar), se expulsaron a los fumadores de los bares y lugares similares, y se les castigó a que consumieran sus cigarrillos en la acera.
El resultado de esta ley, tiene un lado muy oscuro desde el punto de vista ambiental, que los impulsadores de estas iniciativas antitabaco y el ciudadano corriente, ni siquiera han imaginado. El asunto es resumible en lo siguiente: antes, los cigarro-adictos consumían sus pitillos al interior de los bares y depositaban sus colillas en los ceniceros de las mesas o, en el peor de los casos, sobre el suelo ¿Cuál era el destino de estos residuos?... con el barrido y la limpieza diaria, terminaban en una bolsa de basura que descansaría confinada en un relleno sanitario ¿Nada mal, no?
Después de la ley, las mismas colillas acaban por ser dispuestas en las aceras, desde las cuales, luego de un evento de lluvia, acaban por viajar dentro de un sistema de alcantarillado pluvial y vertidas a los ríos, sin ningún tratamiento (debe aclararse que en Colombia, al igual que en muchos países, no hay tratamiento para las aguas lluvias que escurren por las calles y terminan vertidas directamente al río más cercano). En resumidas cuentas, hemos pasado de disponer la mayoría de las colillas de los fumadores en rellenos sanitarios (que bien o mal son lugares confinados y en varios casos con tratamiento de los lixiviados, reduciendo así su impacto ambiental), a arrojarlas (aunque de manera indirecta) a nuestros ríos (que llegan al mar) y, así sin más, celebramos la norma como si hubiésemos salvado el planeta de los sucios fumadores.
¿Pero dónde radica la afectación ambiental?
El lío de los cigarrillos comerciales, es que su filtro es de acetato de celulosa: un plástico que puede tardar entre 2 a 10 años en biodegradarse. Adicional a ello, este filtro termina impregnado de metales pesados altamente contaminantes como el cadmio, el plomo e, incluso, arsénico, y otras sustancias altamente tóxicas derivadas de los aditivos “secretos” con que las industrias tabacaleras inyectan sus cigarrillos y el papel que los envuelve (muchas de estas sustancias son empleadas también para hacerlo más adictivo). Todas estas sustancias se diluyen en el agua y contaminan las fuentes hídricas y los suelos, causando graves impactos sobre la salud de los ecosistemas.
Algunos datos que nos ayudan a dimensionar este problema son, por ejemplo, que las colillas de los cigarrillos son la basura más comúnmente hallada en las playas de los Estados Unidos (Ocean Conservacy) que en el 2005, en el mundo, 4,3 trillones de colillas de cigarrillo fueron desechadas (ButtsOut, 2005).
Algún estudio serio, respecto de la alta toxicidad de las colillas de los cigarrillos, puede consultarse en el siguiente link: http://www.longwood.edu/cleanva/ciglitterarticle.htm. En esta investigación, además de comprobar la grave afectación de las colillas sobre la biota acuática, se concluye que cada colilla contamina cerca de 8 litros de agua.
El cigarrillo comercial es, pues, no sólo la forma más nociva de consumo de tabaco para la salud del fumador, sino también para el ambiente. En este mismo estudio (http://www.longwood.edu/cleanva/ciglitterarticle.htm), se afirma que cerca del 10% del peso del tabaco en cada cigarrillo, corresponde a la masa de los aditivos usados para “mejorarlo” (y ya imaginarás tú, hacia dónde van dirigidas estas mejoras).
Las colillas de cigarrillo son un residuo peligroso y debería ser manejado como tal. Pero, dado que gestionarlo de esta forma no es sencillo (al menos por ahora), lo que sí es cierto es que deben impulsarse campañas de consumo responsable, entre las cuales estará la prohibición de arrojar colillas en las aceras, con el compromiso conjunto de los bares y tabernas para que ellos le faciliten al fumador, el poder depositar su colilla en los lugares apropiados.
El por qué sería mejor para tu salud y el medio ambiente:
1.       Abandonar el consumo de tabaco (excelente) o,
2.       Cambiarte a fumar en pipa, habano o cigarros de liar (mejor),
será discusión de próximas entradas. Un abrazo a todos.