martes, 10 de septiembre de 2013

LA ESTACIÓN DEL EXPRESO - De mal en peor

Ubicado en la calle 49 N° 9-85, piso 2, la Estación del Expreso fue, en otrora, un lugar que disfruté a pesar de su exigua clientela. No se puede negar la muy buena selección de música rock y la excelente decoración de sus paredes, las cuales, en armónico conjunto con el resto de la ambientación, invitan a quedarse y a volver. No obstante, siempre me ha llamado la atención la poca acogida que este lugar, en una zona universitaria y de mucho movimiento comercial, siempre ha tenido desde que lo visito.
Hoy, pasé nuevamente por allí en compañía de personas que no la conocían; les hablé de la buena música que ponen, de las bandas en vivo que traen y de los buenos momentos que en ese lugar había vivido. No tardó mucho, la actual administración del lugar, en desvanecer mis tímidos elogios ante los atónitos ojos de con quienes compartía. A continuación les cuento de qué se trata.
Para entrar en calor me animé a pedir una "Picada", la única que venden en su menú, solicitándoles el favor de que extrajeran la morcilla porque no nos apetecía. OJO: no solicité que la cambiaran por otra cosa, sólo pedí amablemente que la obviaran del plato.
Minutos más tarde, se acerca la mesera (a quién le había hecho notar minutos antes que el jarro de mi cerveza estaba no sólo vencido sino desportillado, a lo cual sólo acertó en disculparse sin que tuviera la buena idea de cambiármelo hasta que se lo exigí) y me trajo la picada con la morcilla incluida. "Ustedes la pidieron sin morcilla ¿verdad?", dijo ella. "Lo que sucede es que hay una norma del administrador que nos impide cambiar el plato. Si la picada viene con morcilla, no se le puede sacar", continuó. Estupefactos ante esta, más que extraña evidentemente ilógica aclaración, le recordé que lo único que le habíamos solicitado era que la sacara del plato. La señorita nuevamente enfatizó que eran políticas del administrador y que no se podía sacar nada de la picada... Pensé en varias maneras de explicarle lo simple que era mi solicitud y lo ridículo de su postura o mejor: de la de su jefe "administrador", pero opté por silenciarme y dejar que mi rostro y el de mis acompañantes expresaran su asombro y descontento ante la tontería que ella o el "administrador" planteaba. Finalmente, solicité (dos veces) un plato para sustraer los trozos de morcilla. Es una verdadera pena que un lugar de tanto potencial se vea empañado por la majadería de su pobre y pánfila administración. De mal en peor y de menos en menos, LA ESTACIÓN DEL EXPRESO terminará (de continuar con esta tónica) como los Ferrocarriles Nacionales: fracasada y acabada. Sólo cierro esta pequeña reseña añadiendo que las papas criollas de la picada estaban viejas y con sabor a refrigerador... ¿y la cerveza? a la temperatura de un café olvidado sobre la mesa ¡Es una pena!

miércoles, 16 de mayo de 2012

Maredsous - Cerveza

Otra cosecha de gran calidad, elaborada siguiendo la tradición benedictina de las Abadías del norte de Europa, en Deneé, Bélgica, es esta Maredsous de 6% de alcohol.

Esta cerveza se fermenta en botella durante 2 meses. http://www.maredsous.be/.

NOTA DE CATA: En nariz, es dulce y sutil. Su aspecto de rubio cobrizo la viste de elegancia. En boca es de carbonatación ligera y de cremosidad sutil. Su final es delicado, persitente y algo especiado. Una excelente opción sustituta de una de las mejores del mundo: la cerveza Duvel.

martes, 24 de abril de 2012

Delirium tremens - Cerveza

Recientemente, vienen llegando a Colombia cervezas de alta calidad provenientes de varios países europeos. En esta ocasión, les presento este delicioso extracto de cebada llamado "Delirium Tremens", producto de Huyghe una cervecería familiar de la ciudad de Melle en Bélgica (http://www.delirium.be/).

Esta es una cerveza premium (artesanal) de triple fermentación... sí, triple!, de 8,5% de alcohol, que merece la pena probar sin excederse, por aquello de evitar lo del delirium, no sea que acabes viendo elefantes rosa y caimanes de circo, por doquier.

NOTA DE CATA: En nariz, predominan los aromas a madera con ligera gasificación. Es una cerveza turbia, de tonos rubios oscuros y profundos. En paladar es astringente, poco cremosa, notoriamente fermentada por su triple proceso el cual le aporta un buen nivel de carbonatación. Tiene un final persistente y de notable caracter.

viernes, 3 de febrero de 2012

St. Sebastiaan - Cerveza

No había visto en Colombia más que su copa; esta se constituyó en el símbolo de la esperada promesa de verla descendiendo como "pan líquido" desde la pequeña tierra más cervecera del norte de Europa: Bélgica. Y llegó... inesperada; me sorprendió en un local y no dudé en volver a disfrutarla... Me refiero a la cerveza St. Sabastiaan. Proveniente de la pequeña ciudad de Meer, esta cerveza premium, elaborada artesanalmente, es una muestra más de la supremacía de la cerveza belga y de la sabiduría alquímica de las abadías que las elaboran.

En esta ocasión, disfruté de la versión oscura "DARK" de St. Sebastiaan, de 6,9% de alcohol.

NOTA DE CATA: En nariz, tiene un aroma malteado y levemente gasificado. Es una cerveza turbia, oscura, con tintes rojos acaramelados. En paladar (para ser negra) es suave, con un final persistente pero delicado. Levemente cremosa y poco astringente. Su carbonatación está en el justo medio que asegura refrescancia sin sacrificar su sabor madurado y rico en matices con notas de café y cacao.

viernes, 20 de enero de 2012

YERBABUENA

Hace unos cinco años que no iba a la capital musical de Colombia: un terruño de mujeres sensuales y hermosas que deambulan vaporosas y coquetas por la tercera, en el centro de la capital tolimense. Así, recogiendo los pasos de la que en otrora fuera mi ciudad en breves épocas de infancia y la que marcó la mediatriz de mi adolescencia, me topé con un restaurante que mucho recomiendan en el centro y en otros barrios de la zona norte de Ibagué: YERBABUENA – RESTAURANTE COFFE BAR.
Es una casa de tres niveles excelentemente adaptada para crear un ambiente elegante, moderno y muy acogedor, ubicada en el barrio Belén en una de las esquinas del Parque Centenario (Carrera 6 # 9-81). Lo primero que me sorprendió fue el éxito del lugar, medido por la ingente afluencia de oficinistas y ejecutivos que me obligaron a esperar por una mesa libre para mí y mis acompañantes.

Al revisar la carta, otra sorpresa, me encontré con que ofrecían dos delicias del día y dos especialidades del chef; sólo cuatro platos fuertes cuyos títulos estaban acompañados por una generosa descripción de su preparación. Decidí ordenar un Picasso (producto nuevo, según la carta), un pescado grupper en salsa de reducción de vino y unas brochetas de verduras. Otros miembros de mi familia decantaron por un Bagre Milanesa y por la Lasaña Mixta.
La expectativa y la promesa de un restaurante de intención original en Ibagué, que me produjo enorme entusiasmo, empezó a verse opacada por una atención lenta y deficiente en las mesas. Continuando cuesta abajo, solicité una Club Colombia rubia mientras esperaba la orden y esta llegó acompañada (luego de una considerable espera y de repetirles mi solicitud dos veces más) de un vaso caliente y evidentemente sucio… quizá la comida compense este impase, pensé ingenuamente. Al llegar los platos, me topé con que el pescado grupper que anunciaban como libre de espinas y grasa, estaba también libre de carne: eran tres diminutos bocados (atención que no digo trozos o pedazos) acompañados por una salsa agridulce que no estaba tan mal y un supuesto sufflé a la naranja que además de exceder unas tres o cuatro veces el volumen de los bocados de pescado, en pocas palabras ha sido el puré más soso e insípido que he comido en la vida. Las dos brochetas construidas en un mondadientes eran trozos de verdura cruda (apio, cebolla, zanahoria y pimentón) sin nada más interesante para agregar. En resumen, el tal Picasso fue decepcionante; pagé veinte mil pesos para comer ocho daditos de verdura y tres de pescado, porque el tal sufflé me resultó aburridamente incomible.
Por curiosear, me arriesgué a probar el Bagre Milanesa ($10.000) y la Lasaña Mixta ($10.000). El bagre estaba tan sobre-cocido que no sólo tenía el aspecto de un chicharrón sino casi su misma textura cuasi-inmasticable, sería más lógico rebautizarlo “Bagre MilaTiesa”. En cuanto a la lasaña, si tuviera que padecer obligadamente un retorno más a YERBABUENA, esta sería sin duda mi elección; sin ser fantástica, debo admitir que estaba agradable.
YERBABUENA es un restaurante con un estilo interesante y con una millonaria inversión cuya decoración e infraestructura genera unas maravillosas expectativas para los oficinistas incautos y ciudadanos que buscan algo de nivel, que se diluye en un mal menú que transforma la emoción en desazón, literalmente. Una YERBABUENA no muy buena, con potencial sí, pero aún amargamente pretencioso.

lunes, 1 de agosto de 2011

ECHAMOS A LOS FUMADORES FUERA DE LOS LOCALES… ¿Y LAS COLILLAS?

En realidad, no supe cómo iniciar este pequeño escrito. La incapacidad de darle forma a un texto desde su primera línea, es algo que me ocurre recurrentemente y en todos los ámbitos. El tener varias ideas mentales sobre estos temas, a menudo, en vez de generar un enriquecido efluvio de lirismo, provoca una aguda constipación gramatical.
En este escrito, más que abordar el tema del impacto de las colillas en las aceras, es una manera de iniciar una conversación sobre el consumo responsable de tabaco y, de alguna manera, se constituye en una invitación a abandonar tan nociva y consumista forma de disfrutar (¿?) el aroma de un buen (¿?) tabaco.
Cuando se aprobó la resolución 1956, expedida por el Ministerio de Protección Social, el 30 de mayo de 2008, en la cual se prohíbe expresamente el consumo de tabaco en recintos cerrados sobre el fundamento de cifras y estudios que avalan la nocividad del humo del TABACO (aclaro que estos estudios se han hecho sobre fumadores de cigarrillo, no -exclusivamente- sobre fumadores de habanos o de pipa, y también que el humo que desprende un cigarrillo no es -fisicoquímicamente hablando- el mismo humo que el salido de un habano o de una pipa e, incluso, de un cigarrillo de liar), se expulsaron a los fumadores de los bares y lugares similares, y se les castigó a que consumieran sus cigarrillos en la acera.
El resultado de esta ley, tiene un lado muy oscuro desde el punto de vista ambiental, que los impulsadores de estas iniciativas antitabaco y el ciudadano corriente, ni siquiera han imaginado. El asunto es resumible en lo siguiente: antes, los cigarro-adictos consumían sus pitillos al interior de los bares y depositaban sus colillas en los ceniceros de las mesas o, en el peor de los casos, sobre el suelo ¿Cuál era el destino de estos residuos?... con el barrido y la limpieza diaria, terminaban en una bolsa de basura que descansaría confinada en un relleno sanitario ¿Nada mal, no?
Después de la ley, las mismas colillas acaban por ser dispuestas en las aceras, desde las cuales, luego de un evento de lluvia, acaban por viajar dentro de un sistema de alcantarillado pluvial y vertidas a los ríos, sin ningún tratamiento (debe aclararse que en Colombia, al igual que en muchos países, no hay tratamiento para las aguas lluvias que escurren por las calles y terminan vertidas directamente al río más cercano). En resumidas cuentas, hemos pasado de disponer la mayoría de las colillas de los fumadores en rellenos sanitarios (que bien o mal son lugares confinados y en varios casos con tratamiento de los lixiviados, reduciendo así su impacto ambiental), a arrojarlas (aunque de manera indirecta) a nuestros ríos (que llegan al mar) y, así sin más, celebramos la norma como si hubiésemos salvado el planeta de los sucios fumadores.
¿Pero dónde radica la afectación ambiental?
El lío de los cigarrillos comerciales, es que su filtro es de acetato de celulosa: un plástico que puede tardar entre 2 a 10 años en biodegradarse. Adicional a ello, este filtro termina impregnado de metales pesados altamente contaminantes como el cadmio, el plomo e, incluso, arsénico, y otras sustancias altamente tóxicas derivadas de los aditivos “secretos” con que las industrias tabacaleras inyectan sus cigarrillos y el papel que los envuelve (muchas de estas sustancias son empleadas también para hacerlo más adictivo). Todas estas sustancias se diluyen en el agua y contaminan las fuentes hídricas y los suelos, causando graves impactos sobre la salud de los ecosistemas.
Algunos datos que nos ayudan a dimensionar este problema son, por ejemplo, que las colillas de los cigarrillos son la basura más comúnmente hallada en las playas de los Estados Unidos (Ocean Conservacy) que en el 2005, en el mundo, 4,3 trillones de colillas de cigarrillo fueron desechadas (ButtsOut, 2005).
Algún estudio serio, respecto de la alta toxicidad de las colillas de los cigarrillos, puede consultarse en el siguiente link: http://www.longwood.edu/cleanva/ciglitterarticle.htm. En esta investigación, además de comprobar la grave afectación de las colillas sobre la biota acuática, se concluye que cada colilla contamina cerca de 8 litros de agua.
El cigarrillo comercial es, pues, no sólo la forma más nociva de consumo de tabaco para la salud del fumador, sino también para el ambiente. En este mismo estudio (http://www.longwood.edu/cleanva/ciglitterarticle.htm), se afirma que cerca del 10% del peso del tabaco en cada cigarrillo, corresponde a la masa de los aditivos usados para “mejorarlo” (y ya imaginarás tú, hacia dónde van dirigidas estas mejoras).
Las colillas de cigarrillo son un residuo peligroso y debería ser manejado como tal. Pero, dado que gestionarlo de esta forma no es sencillo (al menos por ahora), lo que sí es cierto es que deben impulsarse campañas de consumo responsable, entre las cuales estará la prohibición de arrojar colillas en las aceras, con el compromiso conjunto de los bares y tabernas para que ellos le faciliten al fumador, el poder depositar su colilla en los lugares apropiados.
El por qué sería mejor para tu salud y el medio ambiente:
1.       Abandonar el consumo de tabaco (excelente) o,
2.       Cambiarte a fumar en pipa, habano o cigarros de liar (mejor),
será discusión de próximas entradas. Un abrazo a todos.